Sunday, November 26, 2006

Historia de sábado en la noche



Al llegar fue un champagne


Al final un cigarrillo

Saturday, November 25, 2006

Para ti corté esta rosa

Para ti, mi trabajadora sucia de noches capitales
Para ti, mi perra descocida de violada juventud
Para ti, mi sonrisa justa de aureola rigidez
Para ti, mi negra pobre, mi joya nortina de mestiza pulcritud.
Para ti, mi ratera febril de vetustos corazones.
Para ti, mi boca pequeña de vaho pastabasero.
Para ti, mi estoqueadora insolente de putas madrugadas.
Para ti, mi musa tendida en la llaga desangrada
Para ti, mi pendeja rebelde de descuidadas longitudes
Para ti, mi llave maldita de sangre contagiada

Para ti, mi loba preñada, mi hembra caída, traicionada por el semen fatal de la noche santiaguina.

Para ti corté del aire esta rosa en fantasía, y lloré por mi locura de arrancarte de las venas esa muerte condenada, repartí pétalos chorreados a los costados de tu cuerpo.
Dejé mi rosa sangre en tu pecho desnudado.

Mi media patria

Detrás de los cobres de metales calcinados
Detrás de la pampa en sequía acuchillada
Detrás de los bosques de milenios y segundos mutilados.
Detrás de los mares combustibles de ceniza y muerte acometida.
Detrás de los valles, que en veneno y ácido por encima bautizaron.

Se sujeta un medio hombre,
Habitante de una media sociedad.


Cuya otra mitad háyase olvidada en la oscuridad de la infamia,
Cuando se le cortase su tallo de árbol y de río,
y dejasen diseminadas sus piezas rotas y arrancadas,
y dejasen de pasear por los bosques y los cerros.

Se le amarró del cuello para que olvidase su mitad hombre,
su mitad bosque, su mitad tierra, que dejase de buscar lugar en una tierra reordenada.

Que olvidase sus dedos conservados, su porte diseñado, su piel ennegrecida,
su pelo prolongado, sus brazos extendidos, su boca sediciosa,
sus pies desarraigados, sus dunas maniobradas,
sus bosques incendiados, sus mares vomitados,
sus tierras rematadas, su llanto enaltecido, sus valles separados.
Que olvidase para siempre que alguna vez no fue medio,
Que olvidase la leche que en los bosques lo crearon.
Que olvidase la madre que en su pecho dibujaba y levantaba el ardor de esa herencia lastimada.
Por eso ahora solo podré leer tu mitad cara y llorar un medio llanto en tu medio pecho desdoblado.
Por eso, cuando al medio día, esté medio cansado, y quiera pasar por media hora a visitar tu media casa.
Me dirás bienvenido tú, medio hombre mutilado.

Así quedó la noche

Así quedó, y se entonaron de nuevo las miradas de polvo,
el tambaleo revoltoso, los colores desteñidos, los abrazos fraternales.
Así quedó el tono oscuro, el pelo revuelto y sucio,
el brío carbonero que calcinaba la noche en su flama desatada.

Así quedaba esa mano de coqueta pueblerina,
morena y osada a esas noches embriagadas,
y entre risas y canciones cayeron subterráneos,
adentrándose a la profundidad del mar desde sus rocas empinadas,
y así, chocando con el beso helado de sus olas,
se hundieron tantas veces en la cadenciosa artimaña de morir en un beso.

Así quedaron las calles ripiosas y las plantas encalladas.
Así quedaron los pies roídos de camino
en la hermandad descalza de los mineros explotados
Así los cerros, rocas y árbol y agua.
La pichanga empapada, el anochecer en la playa,
la camaradería desde los carbones derramados.

Así quedó aquella tarde cobriza, cuando volvías sudado de alegría
y encontrabas a tu madre sentada hacia el ocaso,
sollozando el rostro pálido de esas horas imposibles,
los aviones defecaban proyectiles destructores
y tu padre se entumía en rifles y culata
llorando los años perdidos, el rostro destrozado,
la escuela y la madre que enviudaba.

Así quedó el aroma de muerte en la costa de chiflones, arena y cerros.
Así quedaron colgando como tripas sus casas de madera, chimeneando contra ese frío despiadado de la cuenca abandonada.

Donde habitó tu niñez,
Donde tus sueños se forjaron
Donde vestiste la tierra húmeda de tu pobreza.
Donde viviste la soledad abofeteada de los que se quedaron

Retornarás

Retornarás

Retornarás

Instrucciones para vivir con la …….

La estación que la trae es de murmuro de campo
De tierras traspasadas y húmedas
De bolígrafos de viento y lluvia de arena
Y con facilidad forjará de sus manos dos tallos,
Uno a su pecho, otro a la tierra.

Una mirada a su color más nítido
La hará emerger en un baile de salón
O en un beso improvisado
Aparecerá en una blusa desteñida
En un lúgubre desván
En un informe abandonado

Aparecerá en los cines recogidos
Brotará en un rostro congelado

Es un encuentro estrepitoso, cuando esperaba la muerte o el amor,
surgirá de las cosas simples,
quizás como todas las cosas que surgen de este mundo,
pero sublevada como un oprobio incontenido

Entonces sujétela, como sujeta una manzana masticada,
o un cigarro de tabaco negro.
Sujétela como una novela empastada de Víctor Hugo,
o un catalejo rescatado de la cenicienta buhardilla,

Sujétela como una cámara fotográfica,
Cuélguela a su pecho, siéntala en su piel.

Luego, comience lentamente a llenarse de pena,
En todas las caras, en todas las bocas, en todos los labios.
No huya. Deje que vuele, como lágrimas de flores por amores del pasado.

Rojo

En el instante más dulce
Se abrió el océano

Soltándote el pelo
Ardiéndote la piel

Para que yo penetrara
Para que sea tapado por la ciega brisa de las aguas
Arañándome los bordes
Regándome de ganas
Bordeando el rojo campo de los labios

Rocé las cimas
Con la muerte tierna a nuestro lado

El instante fue eterno
Se hizo incomparable

Me quedaba en la profundidad
Liberaba mi envoltura
Me posaba en tu rociada superficie
Quedaba mudo
Como el vacío

Desplazábamos los cuerpos
De sangre densa
De aire abultado

Vertí mil pedazos de luna
En tu esponjosa tibieza encarcelada

Sembré algunos pétalos albinos
En la dulce primavera de tus labios

Y así en un día centella
Con la luz absuelta

Te amaba